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Cada escuela tiene su materia imposible, pero ¿quién te dijo que eras malo en matemáticas o ciencias? Antes de que empieces a creértela, checa esto.
En mi secundaria era Biología, porque la profesora no te dejaba ni respirar y siempre reprobaba a la mitad del salón. Todo mundo le tenía miedo, pero eso también hacía que fuera más divertido retarla. El juego favorito era poner alguna frase fuera de contexto en medio del trabajo a ver si la descubría, porque se rumoraba que no leía bien las entregas.
Pregúntenme, años después, qué recuerdo de esa clase de Biología: nada. Y ni hablar de Matemáticas, la materia más odiada por los alumnos de bachillerato. Ahora que doy clases lo compruebo una y otra vez: apenas mencionas la palabra y más de uno pone cara de haber visto al diablo. O a su ex.
¿Pero qué tan difícil es lo difícil? ¿Realmente son tan imposibles esas ecuaciones, las múltiples fechas de los eventos históricos o los elementos de la tabla periódica? La respuesta es NO, así que quita esa cara de espanto de una vez, que aquí te van algunos consejos.
¿Quién te dijo que eras malo en matemáticas o en ciencias? No me contestes, luego hay profesores muy malos que te hacen creer que nunca vas a dar el ancho. El problema es que una vez que te la crees, como que tu cerebro se desconecta y manda la señal para que te canses antes de siquiera haber empezado, y todo se te hace diez veces más difícil.
El primer paso para aprender es querer aprender, pero como no queremos sentirnos tontos, mejor nos convencemos de que somos malos en esto o aquello y preferimos ni siquiera intentarlo. Acto seguido: nos va fatal. ¡Pero no porque seamos malos sino porque nos convencimos de que lo éramos!
Yo me acuerdo, por ejemplo, cuando a mí me batearon del coro porque cantaba feo. Pasé los años siguientes convencida de que cantaba horrible y ni siquiera hacía el intento por afinar y espantaba hasta a los pájaros, pero cuando me reconcilié con eso y lo intenté de veras, ¡resulta que hasta puedo entonar!
Así que no te convenzas a ti mismo de tu incapacidad, si le das una oportunidad a las materias más difíciles, igual te sorprenden.
Sí, ya sé, es más fácil dejar todo a la mera hora, pero lo que es cierto es que hay materias que son acumulativas. O sea que, si no entendiste lo del periodo pasado, cuando quieras entender lo del nuevo vas a darte de topes contra la pared.
Por eso mejor ir paso a pasito. Verás que si no esperas a que se te junte y sólo te preocupas por entender un tema en específico, el siguiente va a ser mucho más fácil. No todos aprendemos a la misma velocidad, eso es cierto, pero si sientes que en tu escuela van muy rápido, basta con que te eches un clavado en Internet para encontrar quién te lo explique a tu ritmo.
“¿Y esto de qué me va a servir?”, gritas enojado. Pues bien: todo sirve de algo. Algunas de las materias están diseñadas para que sepas cómo funciona el mundo y no te chamaqueen; ni modo que no sepas ni siquiera dónde está Australia o quién es Benito Juárez.
Otras materias, en cambio, sirven para que aprendas a pensar de cierta manera, así que, aunque creas que no vas a usar nunca las lecciones súper clavadas de matemáticas o filosofía, aprenderlos sirven para abrirte una nueva puerta de pensamiento que te va a servir más adelante para resolver con mayor astucia un problema cuando tengas tu negocio, o cuando tengas que defender tus ideas.
Tal vez en el mundo no haya derivadas, pero sí hay que pagar impuestos y calcular costos de inversión. Tal vez en el mundo nadie necesita saber qué dijo Platón, pero sí hay que tomar decisiones todos los. Si te quitas la idea de que la escuela es un desperdicio de tiempo, verás que todo tiene una utilidad.
Esta frase tan cursi y trillada… yo, por ejemplo, quiero ser millonaria y por más que le echo ganas no me sale. Pero ya en serio, tiene parte de verdad: cuando nuestra voluntad juega de nuestro lado, nuestro deseo hace que se nos ocurran un montón de maneras de enfrentar los obstáculos. Como cuando queremos ir a una fiesta y somos capaces de idear un millón de estrategias para que nos den permiso, pedir aventón, conseguir dinero, cambiarnos de ropa en el camino y hasta llegamos a tiempo.
Piénsalo: si ya te creíste que eras malo, que no es cool dedicarle tiempo a la escuela o que no sirve para nada lo que estás aprendiendo, cuando sea momento de estudiar se te van a barrer las letras del cuaderno, te dará sueño y terminarás distraído. A fuerzas todo cuesta más trabajo. Pero si, por un segundo, ves las ventajas de dejar de pelearte con la escuela y dices “QUIERO estudiar”, verás cómo se vuelve más fácil.
Recuerda: estamos biológicamente diseñados para que nuestro cerebro sienta placer a la hora de vencer obstáculos, ¿por qué crees que funcionan tan bien los videojuegos en los que vas avanzando de nivel en nivel? Nos gusta saber que podemos, por eso hay que darnos una oportunidad de demostrarlo.
Mariana Pedroza tiene pocas certezas en la vida, pero una de ellas es que le gustan las palabras; por eso da clases, cuenta cuentos, escucha a los demás profesionalmente (es psicoanalista), lee y escribe un montón. Le gustan tanto las palabras que a veces dan ganas de ponerle un masking tape en la boca, pero qué le vamos a hacer. Desde niña fue muy ñoña y por eso le emociona escribir en este blog, porque así puede pasar todos los tips que se le ocurrieron en sus años de estudiante sobre cómo agarrarle saborcito a la escuela. Le caen muy bien los jóvenes, de hecho, cuando da clases en prepa siente que tiene más cosas en común con sus alumnos que con el resto de los profesores. En sus ratos libres es una hippie sin remedio.